
Ḧetta, calor en sueco, es el último proyecto de Tribu Woki. Ubicado en un espacio moderno y acogedor con estética nórdica, cocina abierta, mesas altas y taburetes, tiene un ambiente informal al mediodía con música de fondo y un poco más alta y discotequera por la noche. Os espera un menú que promete ser una experiencia gastronómica, ofreciendo la posibilidad de elegir entre diferentes productos de temporada cocinados a diferentes temperaturas.

Una nevera expositora, con 9 productos de temporada, da la bienvenida a los comensales al pie de las escaleras. Estos productos, que cuando nosotros fuimos eran: guisantes, espárragos, huevos, ostras, atún, cangrejo, pato y carne de ternera, irán cambiando según temporada y serán los únicos productos que se encontrarán en el menú a distintas temperaturas de cocción. Crudo, ahumado, marinado, hervido… creando así, un abanico de más de 30 platos diferentes (sin contar los postres).

La carta puede parecer un poco difícil de entender en un primer momento, pero al fin y al cabo consiste en un simple eje de coordenadas. La materia prima en el eje de las X y las temperaturas de cocción en el eje de las Y. Así pues, cuando encuentras qué producto te gustaría comer, luego eliges a qué temperatura quieres que se cocine. Se recomienda escoger de 5 a 6 platos para 2 personas, para compartir.

Ocho manos de jóvenes y dinámicos cocineros, unen esfuerzos en una cocina completmente abierta para crear maravillas, tanto para la vista como el paladar. Olof Johansson (sueco, jefe de cocina), David Morera (español, ex Dos Palillos), Alberto Sambinelli (italiano, ex Àbac) y Paola Pisciotti (colombiana, ex Pakta) son los artitas de esta cocina.
El hecho de que la cocina se pueda ver cada movimiento y escuchar las instrucciones del chef en primera persona, hace que la experiencia general sea muy especial. Uno de los detalles que más me gustó, es que en un espacio donde se fusionan las mesas de la cocina y las de los comensales, no hay lugar para los camareros y el mismo cocinero te trae el plato que ha cocinado a tu mesa y te da la explicación pertinente.

Os dejo con nuestra elección:
Empezamos con un Tataki de atún con salsa tártara y raíz de raifort rallado (que huele a wasabi) servido por el mismo cocinero que lo realizó:

Seguido por un Tartar de carne clásico, cortado a mano, con alcaparras italianas y dados de remolacha:

Continuamos con Espárragos fritos con stracciatella y aceite de pistacho:

Noodles de Fideos de yema de huevo con setas y caldo de pato servido directamente a la mesa:

El Ossobuco. El hueso del mismo, relleno con la carne guisada y cubierto con pepinillos encurtidos. El cocinero que nos lo trajo remató el plato en la misma mesa con un soplete encendiendo el romero y dejando un delicioso aroma en la mesa durante unos segundos.

Y aquí viene mi parte favorita: ¡el postre! Te darás cuenta de que la carta de postres no es muy extensa, aunque hay una explicación para ello. Hetta considera que la primera vez que alguien va a su restaurante, la carta puede parecer un poco compleja y tienes que pensar un rato antes de escoger los platos que vas a comer. Por ello, cuando llegas al postre, querían que la elección fuera mucho más simple. Helado, tartaleta y fruta fresca (puedes escoger la fruta que quieras y entre crema o chocolate).
Nosotros pedimos la tartaleta tradicional de crema con fruta fresca variada. La historia de la tarta, viene del padre de Alberto Sambinelli, pastelero Italiano de Turín, creador de la receta y que la transmitió a su hijo que ahora nos la ofrece en el Hetta:

Toda la comida la acompañamos con El Marciano, un vino tinto joven de Castilla-León (26€):

Quiero agradecer a Ezequiel Trigos, jefe de sala y sumiller, y a Lua Costa, quienes nos guiaron a través de su amplia carta, resolvieron nuestras dudas y nos explicaron todos los conceptos e ideas detrás del restaurante.
Dado que la carta la cambiarán cada temporada, ¡creo que comeré en el Hetta por lo menos 3 veces más este año!